Descripción |
“No estoy enfadada con mi madre. Lo hizo para protegerme, pensaba que era lo mejor para mí. Pero sí estoy enfadada con los hombres que quieren seguir dominando a las mujeres. Y la mutilación genital está pensada para eso, es un sistema de control de la sexualidad femenina. La rechazo, me gustaría tener mi clítoris, preferiría no haber sido cortada”. En el patio de su casa familiar de Banyul, la capital de Gambia, Isatou Jeng, de 29 años, transmite firmeza y seguridad. No se esconde. No siente vergüenza. Ya no teme. Como mujer que fue mutilada, pero también como activista de género, se enfrenta desde hace años a un complejo entramado de discriminación, costumbre, desconocimiento y religión que permite que la ablación genital femenina se resista a morir. |